Dentro del mar de violencia y malas noticias que a veces se toma internet, surgen pequeños rayos de esperanza algunas noticias e informaciones que nos mejoran el día. Es el caso de la noticia que ahora les vamos a comentar.
Todo partió con un tuit de la psicóloga Julia Hass, que rápidamente comenzó a viralizarse. Escribió:
«Acabo de enterarme de que los elefantes piensan que los humanos son lindos, del mismo modo que los humanos piensan que los cachorros son lindos (la misma parte del cerebro se ilumina cuando nos ven)».
Esta hermosa información basta para alegrar el día a cualquiera, es un llamado irreductible a la belleza, de un animal que cuando nos mira se activa en el la ternura, uno de los sentimientos más puros que puede existir.
Esto solo demuestra lo increíbles que son los elefantes, hay mucha evidencia que coloca a estos animales gigantes en la cúspide de la inteligencia dentro del reino animal. Sabemos que tienen cerebros que son similares al cerebro humano en conectividad, y tienen una inteligencia emocional más grande que casi cualquier otra criatura en la tierra.
Los elefantes tienen un hipocampo increíblemente grande y altamente complejo, que es la parte del cerebro que está vinculada a la emoción y al procesamiento de la información emocional. Se conocen casos de elefantes que sufren de trastorno de estrés postraumático como resultado de este hipocampo agrandado.
En términos de la estructura de la comunidad, se sabe que los elefantes exhiben estructuras sociales relativamente complejas, formando comunidades unidas y exhibiendo una emoción extrema ante la pérdida de alguno de sus familiares.
Incluso se ha teorizado que los elefantes son uno de los pocos animales en la historia del planeta que exhiben un ritual reconocible en torno a la muerte.
El investigador de elefantes Martin Meredith recuerda en su libro un ejemplo de tal ritual cuando toda la familia de una anciana elefante tocó el cadáver con sus trompas.
Hubo gritos audibles y llantos de toda la manada antes de que todos guardaran silencio y comenzaran a arrojar hojas y ramas sobre ella para cubrirla. Luego procedieron a pararse sobre ella durante dos días.
